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Yukio Mishima: “pero quisiera vivir siempre…” (1925-1970)




« El 24 de noviembre de 1970, Yukio Mishima, a los cuarenta y cinco años de edad, se daba muerte ritual abriéndose el vientre para ser decapitado luego por un amigo. Dejaba sobre una mesa un trozo de papel que decía: «… La vida humana es breve, pero quisiera vivir siempre…».


Mishima o la visión del vacío, Marguerite Yourcenar


Una obra extensísima


Mishima es considerado como el novelista más importante del siglo 20 en Japón. Autor de 257 obras, incluidas 18 obras de teatro y una película. Muchas de sus obras eran publicaciones alimenticias o novelas de estaciones, pero destacan de su obra unas cuarenta publicaciones de altísima calidad literaria, comenta Jean D’Ormesson en una entrevista que comparte con Marguerite Yourcenar, recién llegada en la Academia Francesa quien, en 1981, publica un libro titulado: “Mishima o la visión del vacío”.


Destacan: Confesiones de una máscara, El pabellón de oro, El marino que perdió la gracia del mar, El color prohibido, El rumor del oleaje, La ética del samurái en el Japón moderno, Sed de amor, El sol y el acero, El mar de fertilidad (4 volúmenes: Nieve y acero, Caballos desbocados, El templo del alba, La corrupción de un ángel ) y muchos más…y murió muy joven, a los 45 años.


Nacido en una familia de burguesía media, Kimitake Hiraoka (平岡 公威, Hiraoka Kimitake), Mishima se vanagloriaba de pertenecer por sus antepasados a la clase de los samuráis.


Familia de Samurais


Criado por su abuela, realizó los estudios en Gakushüim, la escuela por tradición reservada a la nobleza.


Nació en 1925 de padres muy jóvenes que lo encargaron a su abuela de 55 años, con quien ellos vivían, y quien lo tenía completamente encerrado en su habitación, al parecer una situación que duró años. Durante mucho tiempo, Mishima permaneció dentro de la habitación, sin jugar, sin tomar el sol. Al parecer, la justificación sería que era el primogénito y que la abuela quería preservar la tradición de samurai de la familia en la persona de Mishima.


La abuela le dio a leer a su nieto de manera muy prematura todos los clásicos griegos y japoneses, así como autores europeos de renombre. Asimismo, la cultura europea influyó extensivamente sobre la persona y la obra de Mishima. Fue muy marcado por Proust, Racine, Balzac. También su formación cultural incluye mucha presencia de la cultura británica. Curiosamente y a pesar de la ocupación estadounidense de Japón de 1945 a 1952, Mishima no estaba marcado por la literatura estadounidense.


Auto-intoxicación y encierro/ encierro y auto-intoxicación


Mishima padeció desde niño una extraña enfermedad, que Alice Miller- en “El cuerpo nunca miente”- describe como “auto-intoxicación”, contraída a los 4 años, lo que ha propiciado la sobreprotección de su abuela y un escaso contacto con los niños de su edad.


Podemos preguntarnos si fue el encierro lo que provocó la enfermedad o la enfermedad la que provocó el encierro….


Cuando entró a la escuela, Mishima tenía 6 años y fue el primer encuentro con otras personas de su edad. En este sentido, por ejemplo, podría recordarse la indicación de Mishima de no haber sabido nada sobre la masturbación antes de proceder a ella por vez primera, como afirma Julio Cesar Abad Vidal, Doctor en Estética y Teoría de las Artes. Historiador y pensador del arte y comisario de exposiciones.


En su escolaridad y seguramente por la preparación que le dio la abuela a través de sus múltiples lecturas, Mishima destacó por su inteligencia, cultura y talento en los deportes, al lado de sus compañeros en la escuela de la nobleza.


A los 9 años, sus padres consiguieron su propio departamento, pero no se lo llevaron. Es en ese momento que Mishima inicia la escritura de poemas, muy empujado por su abuela. A los 12 años, se mudó con sus padres y la escritura encontró mucho entusiasmo en su madre, pero su padre destruyó sus manuscritos. Así es como siguió escribiendo Mishima en secreto. Alice Miller describe los golpes recibidos por el padre y el refugio que Mishima encontraba en las visitas a su abuela, quien lo llevó por primera vez al teatro: para Mishima, se trató de un acontecimiento mayor.


La abuela de Mishima era depresiva, odiaba a su esposo y a su hijo - el padre de Mishima y habría abusado de su nieto sexualmente. Alice Miller describe una situación de encierro y de alta posesividad por parte de la abuela. Se sabe también que su abuela estaba enferma y que Mishima le dio los cuidados médicos y asistió a muchas de sus crisis y explosiones de ira.


Escribió su primer cuento a los trece años y a los dieciséis su primer libro de relatos, que coincidió con su ingreso en la Facultad de Derecho.


En febrero de 1945, Mishima recibe la carta de reclutamiento para entrar en guerra. Era la derrota de Japón, lo que significa que nadie iba a regresar de este reclutamiento, por lo que su padre lo manda al examen médico a un pueblo donde su fisionomía frágil contrasta con la fortaleza de los campesinos. Los doctores - al parecer- confunden unos grados de temperatura y un poco de tos con tuberculosis. Mishima acepta el fallo de los médicos que le impide participar en la última parte de la guerra y este sometimiento le genera mucha culpa y vergüenza. Nunca supera su falta de valor pues todos sus compañeros mueren. Una razón avanzada por el seppuku que comete al final de su vida es este hecho deshonroso.


Mishima obtuvo su doctorado en 1947 y aunque trabajó un tiempo en el Ministerio de Finanzas lo abandonó pronto para dedicarse por entero a la literatura. Al parecer, esperó tener la aprobación final del padre para llegar a este paso.


El último trabajo de Mishima, (1965–70; El mar de la fertilidad), es una epopeya de cuatro volúmenes que muchos consideran su logro más duradero. Sus cuatro novelas separadas—Haru no yuki (La nieve primaveral), Homma (Caballos fugitivos), Akatsuki no tera (El templo del amanecer) y Tennin gosui (La decadencia del ángel)—están ambientadas en Japón y cubren el período desde aproximadamente 1912 a la década de 1960. Cada uno de ellos representa una reencarnación diferente del mismo ser: como un joven aristócrata en 1912, como un fanático político en la década de 1930, como una princesa tailandesa antes y después de la Segunda Guerra Mundial y como un joven huérfano malvado en la década de 1960. Estos libros comunican con eficacia la creciente obsesión de Mishima por la sangre, la muerte y el suicidio, su interés por las personalidades autodestructivas y su rechazo a la esterilidad de la vida moderna.



El cuerpo manifiesto


Al mismo tiempo que Mishima le debía mucho a su abuela, ha de haber sentido mucha ira hacia ella, un sentimiento que, según Alice Miller, él habría reprimido. Es así como se explica la autora su suicidio: como la expresión de una incapacidad por experimentar la ira hacia su abuela, porque también sentía mucha gratitud hacia ella. El Harakiri de Mishima es explicado de muchas maneras, pero pocas veces es vinculado hacia los sentimientos de represión debida al sometimiento a la moralidad de la sociedad, explica Miller. El cuerpo, nos recuerda Alice Miller, opera una rebelión frente a este sometimiento, expresándose a través de la enfermedad.


Precisamente, en el caso de Yukio Mishima, la obra pone en escena el cuerpo.


En 1949, Mishima publica “Confesiones de una máscara” que anuncia el principio del fin. En esa época, es casi imposible salir de Japón y Mishima quiere conocer Grecia, por lo que se vuelve reportero en un periódico importante de Tokyo para poder viajar a Grecia. Este viaje marca la metamorfosis física de Mishima. Él quería cambiar y no le gustaba su papel de intelectual individualista y tenía pena por su cuerpo flaco y frágil.


En el viaje a Europa, Mishima se percata que la unidad del cuerpo y de la mente es la que lleva a la acción. Es la razón por la cual , Mishima empieza a practicar deportes: natación, boxeo, pesas, kendo. Decide transformarse en la figura del héroe trágico.


Mishima se casa en 1958, por matrimonio concertado y tiene tres hijos. Dirige y actúa en su película Patriotism or the Rite of Love and Death (憂國, Yūkoku) en 1966, donde actúa el papel del teniente Shinji Takeyama, quien realiza harakiri.


Renacimiento corporal y espiritual


En palabras de Julio César Abad Vidal: “A la edad de treinta años, Mishima Yukio experimenta un descubrimiento del propio cuerpo tendente a su forja, a su desarrollo, que confiaba en redimirle, según confesó en el ensayo memorial titulado Taiyô to tetsu 太陽と鉄 (El sol y el acero, de 1968), de la condición crepuscular y enfermiza que había caracterizado su infancia, su adolescencia y su juventud.”


En contraportada del ensayo “El sol y el acero”, leímos: “« El culto del cuerpo como trasunto y complemento del culto del espíritu, la dolorosa contradicción entre palabra y acción, la delgada, casi imperceptible frontera entre vida y muerte —realidades opuestas pero que a la vez se funden y complementan—, son solo algunos de los motivos que articulan este texto tan fulgurante como controvertido. »


“Mishima era un gran atleta y su cuerpo aparece en muchas fotografías que componen un acervo de un artista y un hombre en una búsqueda. Es el ejemplo de Shinoyama Kishin 篠山紀信: Mishima Yukio como San Sebastián (1968), un retrato de Mishima como San Sebastián, realizado cuando el escritor tiene 30 años.


El Martirio de San Sebastián ha sido un motivo iconográfico extensivamente empleado a lo largo de la historia del arte occidental desde la Edad Media, y en 1910 conoció una recreación literaria, concretamente en un texto para la escena, escrito en lengua francesa por el poeta italiano Gabriele D’Annunzio (Le martyre de Saint Sébastien). En 1966, el texto de D’Annunzio fue traducido al japonés por Ikeda Kôtarô, con la colaboración de Mishima Yukio, quien contribuyó, asimismo, con la redacción de un postfacio.


En 1968, Mishima se hizo retratar como un San Sebastián asaeteado.

Mishima, que durante la década de los sesenta rindió culto a un exhibicionismo en un número importante de fotografías y en sus apariciones teatrales y cinematográficas, muestra en este retrato fotográfico en blanco y negro la manifestación más clara de la metamorfosis obrada en su personalidad a la edad de treinta años. Un camino en pos del propio fortalecimiento y que le conducirá al abrazo de un nacionalismo nostálgico y utópico, que alcanzaría su clímax el 25 de noviembre de 1970, cuando se infligió la forma de auto eventración ritual nipona (seppuku).





De nuevo en palabras de Julio César Abad Vidal:


“Es entonces, a partir de 1968, cuando se aventura, y sin dejar nunca de escribir con una prolijidad asombrosa, en el camino de la disciplina física, para la que recurriría tanto a prácticas autóctonas japonesas, en particular el kendô, como occidentales, concretamente, el culturismo, que contribuirá a difundir en el Japón de su tiempo a través de su aportación a un álbum fotográfico de Yatô Tamotsu publicado en 1966. Esta transformación obrada en Mishima va a afectar profundamente a los protagonistas de sus obras, transcripciones de su personalidad, que no serán ya los reprimidos o solitarios hombres o mujeres que sueñan con una belleza ajena o con una acción que siempre les está vetada, sino que se identificarán plenamente como héroes.”


Un cuerpo deseado y construido…para poder ser destruido


No se puede hablar de su obra sin hablar de su vida, es decir de su muerte. La muerte de Mishima es una de sus obras, afirma Yourcenar. Mishima se hace seppuku a los 45 años. Lleva unos seis años pensando en la muerte, pues la figura de la muerte aparece en sus obras, además de que actúa esta muerte en una película. Sus poemas reflejan una sensibilidad fuera de lo común y Alice Miller declara que esta sensibilidad le causó mucho sufrimiento.


El 28 de noviembre de 1970, Mishima se da la muerte, acto que había anunciado en un libro y una película. Ese mismo día, Mishima termina su libro “El ángel en descomposición”, que envía a su editor esta misma mañana.


Luego, acompañado por cuatro jóvenes de su sociedad/ ejército (La Sociedad del Escudo) - una sociedad financiada por Mishima y compuesta por unos 100 hombres a favor del Japón tradicional, el Japón del Emperador- se atrinchera en el despacho del general Kanetoshi Mashita, comandante en jefe de las Fuerzas de Autodefensa de Japón quien les había invitado a su despacho en el cuartel de Ichigaya y a quien atan y amordazan.


La intención de Mishima es incitar a la rebelión de los soldados. Ofrece un discurso desde el balcón de la propiedad: se ríen de él. Luego, lanza vivas al emperador y regresa al despacho del general. Es un movimiento curioso, pues el último emperador Hirohito, en 1946, declara que su conexión divina se ha roto. En 1970, sin embargo, Mishima le rinde homenaje.


Cabe recordar que la constitución japonesa de 1946 deja al emperador como una figura meramente simbólica, transfiriendo sus poderes al gobierno en un intento de despolitizar el trono. Esta constitución también garantiza los derechos humanos fundamentales, fortalece al parlamento y al gabinete, y descentraliza los gobiernos locales y a la policía. El artículo 9 de esta constitución le prohibía a Japón poder formar cualquier tipo de fuerza armada, y también afirmaba su renuncia al conflicto armado.


Este artículo no se trató de una imposición de las fuerzas aliadas, sino que fue propuesto por el mismo gobierno japonés y, según fuentes, fue un trabajo del propio primer ministro. El objetivo de esta cláusula era evitar que Japón se convirtiera nuevamente en una potencia militar. Sin embargo, muy recientemente, el 16 de enero de 2023, sabemos que Japón, después de 70 años, anunció un incremento de su presupuesto de defensa, con el fin de responder a amenazas provenientes de China y Rusia.


Después de volver al despacho del general, Mishima pone en marcha su plan: comete seppuku y su teniente Morita, le corta la cabeza, antes de que se la corten a él después. Mishima tiene 45 años. Acaba de cometer el seppuku, harakiri.


Julio Cesar Abad Vidal observa como Mishima se identifica con el cuerpo de San Sebastián y afirma que Mishima dedicó sus últimos 15 años de su vida en crear un cuerpo como el que idealiza en su adolescencia y primera juventud. El deseo y la muerte que comulgaban en una pulsión de carácter sádico se concentran en sí mismo, vindicando una causa mayor a su propia persona. Guerrero en una sociedad desarmada, Mishima se inflige seppuku, tras una llamada de atención a una sociedad devorada desde adentro por una metamorfosis urgente y lamentada, sirviendo a un emperador que es ya, una abstracción.”



Poema que Yukio Mishima dejó escrito la noche antes de morir, cumpliendo uno de los ritos que conforman el seppuku.

Las fundas de las espadas se agitan

tras años de espera.

Hombres valientes parten

a caminar sobre la primera helada del año.

(traducción de Teresa Medina Bellido)


Posteridad



Yukio Mishima fue propuesto para el premio Nobel en tres ocasiones. Yasunari Kawabata afirmaría: ‘Ignoro por qué me han dado el Nobel a mí, existiendo Mishima. Un genio literario como el suyo lo produce la humanidad sólo cada dos o tres siglos. Tiene un don casi milagroso para las palabras’.

Es importante recordar que Kawabata también se da la muerte, un año después de la desaparición de Mishima, que es el maestro de Mishima. Sin embargo, no se da el seppuku sino se mata con gas. Era mucho mayor que Mishima a la hora de morir.

Para concluir, en El cuerpo nunca miente, recuerda Alice Miller que si los hijos fueron amados en su infancia, amarán naturalmente a sus padres y que no es necesario respetar una ley, una regla tal como el cuarto mandamiento. La obediencia no puede nunca ser la base del amor.



Ícaro


¿Acaso pertenezco al cielo?

¿Por qué, de no ser así,

el Cielo me ha determinado

con su incesante mirada azul,

induciéndome a avanzar y

elevando mi mente

hasta las cúspides,

me ha lanzado

a las últimas alturas

por encima de lo humano?

¿Por qué, si el equilibrio

y el vuelo han sido estrictamente calculados

con la mejor razón,

de tal modo que por imperio de

lo correcto-

por qué, no obstante, la vehemencia

por el ascenso

parece tan cercana a la locura?

Nada me satisface. La novedad

terrena muere pronto.

Pero yo soy impulsado más alto y

más alto, en la inestabilidad, hasta

llegar al resplandor del sol.

¿Por qué esos rayos de la razón

me queman, me destruyen?

Las poblaciones

y los arroyos serpentinos,

allá abajo,

son tolerables

mientras más nos alejamos.

Porque quieren persuadirme,

me ruegan, me argumentan

para que ame a los humanos

cuando son tan insignificantes

desde lejos- si el amor

nunca será la meta,

ni lo ha sido; ¿Podría entonces

yo pertenecer al Cielo?

No envidio la libertad del ave

ni ansío la cómoda naturaleza,

tampoco busco en la nada

la salvación

ante la extraña aflicción

por las alturas; antes bien,

mientras más me elevo

entro a las inmensas profundidades

del Cielo azul.

Desprecio todas las joyas naturales

porque están muy lejanas

del supremo placer.

Me deslumbra el vértigo

incandescente

de las alas de cera.

¿O acaso, después de todo,

pertenezco a la tierra?

¿Y por qué, si fuera así,

la Tierra se afana

en hacerme caer, y

no me deja pensar ni sentir?

¿Por qué La Tierra, indolente y

blanda, me llama con golpes

de platillos de acero?

¿para mostrarme que soy blando?

La Naturaleza me lleva al hogar

para que yo caiga,

mas no para que vuele.

La Naturaleza pertenece

a las cosas ordinarias.

¿Qué es más genuino, desde lo alto,

que mi pasión imponderable?

¿El azul del Cielo

es nada más que un sueño?

¿La Tierra, a la que pertenecí,

tramó, a nombre de lo efímero,

la intoxicación blanca y caliente

que acaba en un solo momento

con las alas de cera?

El cielo me castigó

por no haber creído en mí,

o por haber creído

demasiado; me comió el ansia

por encontrar la lealtad, o por

soberbia creí saberlo todo.

¿Y sólo por que he querido volar

a los confines

de los mundos conocido y

desconocido? Mundos

que se hacen uno

en el fragmento azul

de una idea.


Extracto de su novela El rumor del oleaje:

La isla de Utajima sólo tiene unos mil cuatrocientos habitantes, y el perímetro de su costa no llega a los cinco kilómetros. En dos lugares de la isla los paisajes son de belleza insuperable. Uno es el santuario de Yashino, que está encarado al noroeste y se alza cerca del punto más elevado de la isla. Desde el santuario se abarca un panorama ininterrumpido de la amplia bahía de Ise, y la isla se encuentra en el estrecho que enlaza la bahía con el océano Pacífico. La península de Chita avanza desde el norte, mientras que la península de Atsumi se extiende al nordeste. Al oeste se atisba la línea costera de Tsu, entre los puertos de Uji-Yamada y Yokkaichi. Si uno sube los doscientos escalones de piedra que conducen al santuario y mira hacia atrás desde el tora, con un león guardián de piedra a cada lado, tiene una visión privilegiada de la bahía de Ise y las costas lejanas que la rodean. En el pasado se alzaban ahí dos pinos cuyas ramas habían sido dobladas y entrelazadas hasta darles la forma de un torii[1], y proporcionaban al paisaje un curioso marco, pero los árboles murieron hace unos años. En estos momentos el color de las agujas de los pinos circundantes es aún el verde apagado del invierno, pero ya las algas primaverales tiñen de color rojo las aguas cercanas a la orilla del mar. El monzón del noroeste sopla continuamente procedente de Tsu, por lo que todavía hace demasiado frío para disfrutar del panorama. El santuario de Yashiro está consagrado a Watatsumi-no-Mikoto, el dios del mar. Es ésta una isla de pescadores, y nada más natural que sus habitantes sean fieles devotos de ese dios. Siempre le rezan para que el mar esté sereno, y cuando se salvan de algún peligro en el mar lo primero que hacen una vez en tierra es una ofrenda votiva en el santuario del dios marino.


Yukio Mishima. El Rumor Del Oleaje



Mélanie Berthaud






Referencias:


1- Fuentes digitales:




2- Obras

  • “Yukio Mishima, el último samurái", Isidro-Juan Palacios

  • Marguerite Yourcenar, “Mishima o la visión del vacío”.

  • John Nathan, Mishima, 1974.


3-Obra de Mishima:


  • Mishima, Confesiones de una máscara

  • Mishima, El pabellón de oro

  • Mishima, El marino que perdió la gracia del mar

  • Mishima, El color prohibido

  • Mishima, el rumor del oleaje

  • Mishima, la ética del samurái en el Japón moderno.

  • Mishima, sed de amor

  • Mishima, El sol y el acero

  • Mishima, Nieve y acero (el mar de fertilidad 1)

  • Mishima, Caballos desbocados (El mar de fertilidad 2)

  • Mishima, El templo del alba (El mar de fertilidad 3)

  • Mishima, La corrupción de un ángel (El mar de fertilidad 4)

  • Mishima, La perla y otros cuentos

  • Mishima, La escuela de la carne

  • Mishima, Los años verdes

  • Mishima, Una vida en venta

  • Mishima, Después del banquete

  • Mishima, Ultimas palabras

  • Mishima, Vestidos de noche

  • Mishima, Música







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1 comentário

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anapaulabarrios87
24 de mar. de 2023
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Interesantísima la vida de Mishima. Ya me urge ver su película y leer algunas de sus obras que no conocía. Qué importante y determinante es cómo nuestro mundo interior moldea nuestro mundo exterior y viceversa. AP.

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